👉 La generación que nació entre 1985 y 1995 está teniendo el dudoso privilegio de ser la única en el último siglo que pasará por dos Grandes Recesiones durante su periodo de formación e incorporación al mercado laboral.
💸 La debacle que se abrió en 2008 y enlazó con la crisis de deuda soberana en 2009-2011 tuvo un impacto diferencial entre los países deudores dentro de la zona Euro, localizados en el sur de Europa.
📈 Sus mercados laborales marcados por la segmentación que existe entre trabajadores estables, con puestos de trabajo relativamente bien protegidos, y aquellos que enfrentan las crisis sin disponer de ese escudo.
🩹 Además, en estos países la red de seguridad del sistema de bienestar protege mejor a los que ya se han insertado en un puesto de trabajo fijo.
✌️ Hay dos rasgos que determinan la precariedad: la juventud y el nivel de estudios alcanzado.
🦠 La pandemia ha producido un doble shock de oferta y demanda que, de nuevo, afectará más al sur del continente:
🌉 La situación económica de ‘crisis secular’ ha generado la percepción por parte de algunos sectores de la sociedad de que la pasarela que aseguraba las oportunidades de los más jóvenes para darles seguridad en la vida adulta se está rompiendo.
🚨 Las generaciones mayores perciben que la seguridad que habían alcanzado se mueve bajo sus pies, los más jóvenes sienten que nunca cruzarán esa pasarela.
📢 Y es precisamente en este clima de incertidumbre en el que nuevos populismos pueden encontrar su campo de cultivo.
📐 Es necesario medir de forma precisa los parámetros bajo la ruptura del pacto social: ¿dónde y cómo se han quebrado las trayectorias de vida?
Selecciona una generación y un país para conocer su trayectoria 🔎
País:
Generación:
Nivel de estudios:
Los ingresos, niveles de empleo o posibilidad de acumular riqueza de una generación son cruciales a la hora de determinar el desarrollo de sus proyectos de vida: la emancipación del hogar de sus padres, la formación de una familia o la compra de una vivienda.
El deterioro de oportunidades en el ámbito socioeconómico puede resquebrajar el equilibro pluralista que sostiene las democracias liberales en el sur de Europa.
La pandemia puede ser una ventana de oportunidad para las reformas necesarias que reconstruyan la pasarela social, poniendo énfasis en políticas que aseguren las oportunidades de los más jóvenes en su incorporación a la vida adulta y al mercado laboral, así como a la hora de formar una familia.
Al devolver el centro de gravedad político hacia un pacto entre clases y generaciones, convirtiendo el sistema democrático en sensible no sólo a las percepciones sino particularmente a las necesidades materiales de las nuevas generaciones, el centro de gravedad pluralista sería recuperable, y reformable. Los populismos que se centran en una pretendida inclusión de segmentos excluidos son apenas un sustituto imperfecto de dicha sensibilidad.
Según las valoraciones de la OCDE, los países del sur de Europa están caracterizados por un sistema de protección social que calca la dualidad de su mercado laboral, concentrando las transferencias sociales entre aquellas personas que más contribuyen al sistema. Además, al contrario que en otros países europeos, este sistema basado en contribuciones no es complementado por una red de seguridad que proteja a los más vulnerables. Es fundamental, por lo tanto, adecuar el gasto público para redirigirlo hacia los colectivos que más lo necesitan. Sin estos mecanismos de reequilibrio de rentas la desigualdad de oportunidades seguirá reproduciéndose generación tras generación.
En el sur de Europa, la diferencia de protección entre trabajadores en situación laboral estable y aquellos que no disfrutan de ella sigue siendo considerable, a pesar de las reformas laborales (parciales) que se produjeron durante la Gran Recesión. El objetivo de aquellas (reducción parcial de los costes de despido en los contratos indefinidos) no tiene sino impactos en el margen salvo que se consolide una igualación de costes para cualquier modalidad contractual, acompañando dicho proceso de una red de protección centrada en proporcionar seguridad a los trabajadores para que puedan ampliar su capital humano.
Otra de las características estructurales de los estados del bienestar del sur es el hecho de que las tareas de cuidado recaigan en gran medida sobre las familias. Esta característica, que dificulta la compatibilización de vida laboral y familiar, tiene dos consecuencias negativas. Por una parte, muchas mujeres posponen e incluso renuncian a la decisión de ser madre, impactando negativamente la tasa de fertilidad de estos países. Por otra, la dificultad de compaginar vida laboral y familiar lleva a tasas de empleo femenino especialmente bajas en estos países, algo que disminuye las posibles contribuciones sociales de este sector de la población. En este contexto, es crucial llevar a cabo reformas como las que se han realizado en otros países europeos, que aseguren una adecuada provisión de servicios de conciliación a las familias.
Los retos demográficos, junto con la realidad laboral de los países del sur, suponen un reto a la hora de financiar los sistemas de protección social en estos países. Por este motivo, resulta crucial avanzar hacia sistemas de pensiones sostenibles, que tengan en cuenta el envejecimiento de la población,así como la capacidad de los contribuyentes de financiarlos.